Él es uno de los principales motivos de que decenas de jóvenes se reúnan, inquietas, a las puertas del lugar donde se celebra la entrevista: sin embargo, Iglesias transmite tranquilidad, buen humor y la espontaneidad esperable en cualquier chico veinteañero.
¿Qué sintió la primera vez que vio la película?
Estaba demasiado pendiente de mi trabajo: de una frase en la que no me sentía muy seguro, de una escena... La podré valorar mejor la segunda vez: la primera piensas mucho en tu trabajo. En todo caso, me parece interesante ver cómo cinco chicos se ven atrapados en una situación inesperada.
¿Cómo fue el rodaje?
La verdad es que hubo momentos muy divertidos, pero casi todos cuando no estábamos trabajando. En el plató, la situación es muy seria: tienes que mentalizarte de que, por muy bien que te lleves con tus compañeros y el equipo, no estás de cachondeo, sino siempre al cien por cien.
¿Qué pide un director en una película como esta?
Nos insistía mucho en transmitir una energía de equipo, en que todos estuviésemos en la misma sintonía. Una vez conseguido, cada uno le proponía cosas, y él se mostraba siempre muy receptivo.
¿No es menos exigente, para un actor, una película de este tipo?
En absoluto: detrás de cualquier proyecto hay muchísima responsabilidad. Da igual que, en teoría, se dirija a un público adolescente: hay el mismo trabajo y seriedad que en cualquier otro proyecto, y has de estar a tope. No solo eso: tal y como están las cosas, desaprovechar una oportunidad así sería una locura. Si el equipo y los otros actores están dándolo todo, tú tienes que hacer lo mismo.
Si tuviera que recomendar una película de terror, ¿cuál sería?
La semilla del diablo es increíble. Pero también lo son Lo que la verdad esconde, donde no hay sangre por ningún lado, o El cazador de sueños, que es más sanguinolenta y comercial. Me gustan las de vampiros, las de zombis... El terror no es mi género favorito, pero me gusta: cuanto más verídico y realista, mejor.
En XP3D no solo hay sustos, también hay chistes, sobre todo por parte de su personaje.
Sí, hago del típico graciosillo que no hace reír a nadie. Pero no solo hay eso, también hay amor, relaciones familiares y muchos momentos cómicos mezclados con otros de terror, asco y grima.
¿No le asusta tener tantas fans?
¡Para nada! Que te siga tanta gente es un privilegio y un orgullo. Me encanta que haya tantos espectadores pendientes de lo que hago, de lo que digo, de dónde trabajo... Pero hay una cosa cierta: ¡tengo prohibido pasar por la puerta de un colegio!
Podrían descuartizarle, claro...
¡Seguro! (risas). Pero cuando me para por la calle un grupo reducido de chicas, el 90% de las veces son muy respetuosas. Solo una minoría te da la lata: el resto quiere hacerse una foto contigo, o preguntarte por tus personajes, o saber cuándo volverán a verte en el cine o en la tele.
¿Le ha cambiado la fama?
No, sigo haciendo lo mismo, voy a mi rollo. Si no vas muy pintón, muchas veces ni te reconocen, y si vas a tu aire ni te das cuenta de que te están mirando. Y si miran, no importa: no cambiaré mi actitud.
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